La primera noticia que se conoce en España fue publicada en 1799 en el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos, una revista ilustrada que recopilaba novedades científicas, de agricultura, industria etc. Uno de los primeros manuales de vacunación se publica en 1801: Breve instrucción sobre la vacuna, medios de comunicarla y observaciones de sus efectos, una traducción de una obra publicada en París sobre 1799 por una Junta de Médicos que propagaban la vacuna, obra que podemos contemplar en la vitrina, junto al manual de Pedro Hernández “Origen y descubrimiento de la vaccina” editado en Madrid en 1801, una traducción de unas instrucciones elaboradas por un médico francés François Chaussier. La obra de Hernández reproduce las ilustraciones francesas, que en la edición española son obra del grabador Eduardo Fonseca. Esta obra tuvo una importante difusión en países de Latino América, reeditándose en México, Lima, La Habana y Colombia.
Uno de los primeros tratados que se escriben sobre la vacuna, lo publica en Francia en 1801 Moreau de la Sharte; en 1803 lo traduce al español Francisco Xavier Balmis, “Tratado histórico y práctico de la vacuna”, que podemos observar en la vitrina, director de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna (1803-1813), del que llevará numerosos ejemplares para su difusión en los territorios de Ultramar y Filipinas. La portada es muy simbólica, donde se muestra a Jenner y al fondo unas vacas, como símbolo de la vacuna.
En España, el mayor difusor de la vacuna fue el médico ilustrado Ignacio Ruiz de Luzuriaga. Redactó en 1801 el “Informe imparcial sobre el preservativo de viruelas”, donde estableció los criterios de vacunación. Desempeñó un papel catalizador, procediendo a la difusión de la vacuna entre médicos de toda España y facilitándoles la vacuna.
El médico Posse Roybanes, médico del ayuntamiento coruñés, el 16 de agosto de 1801 inicia la vacunación en Galicia a través de su nieto de cinco meses. Poco tiempo después, Eusebio Bueno la introduce en Santiago de Compostela y, en Celanova (Ourense), el religioso cirujano Alexandro Bermeo del monasterio de Benedictino en 1802.